domingo, abril 01, 2012

La Guerra Civil en El Bierzo.

UNAS INTENSAS JORNADAS DE JULIO.

Si bien el desarrollo del propio conflicto bélico y sus operaciones militares, a las cuales pretendemos referirnos -y con objetividad-, en el noroeste español fueron escasas (con la excepción de Asturias), sería El Bierzo una zona destacada frente a otras del entorno dadas sus peculiares características:

El campo berciano estaba formado por una equilibrada sociedad rural de pequeños propietarios con ciertas características comunales en relación con el tradicional sistema leonés de los Concejos. La dispersión minifundista daba lugar a escasez de terratenientes y jornaleros frente a otras zonas de España, igualmente equivalía a una economía autárquica de supervivencia si bien con bastante buena salud y excedentes agrarios. El pueblo era profundamente católico con gran profusión de fenómenos como romerías y conjuntos marianos (como las Siete Vírgenes del Bierzo y diversos patronazgos). En definitiva una sociedad bastante estable que formaría un núcleo conservador mayoritario. Los grupos falangistas en la comarca eran muy escasos previamente a la guerra, no más de unas decenas.

Sin embargo a esta base eminentemente rural se le añade una fase de desarrollo industrial tardío pero meteórico al menos desde 1918, con la llegada de la Minero Siderúrgica de Ponferrada que conduciría a un desarrollo político del marxismo en centros mineros de gran importancia como Fabero, Villablino, Matarrosa del Sil, Torre del Bierzo o Bembibre que ya participaron muy activamente en la insurrección de Octubre de 1934, golpe contra el gobierno republicano radical-cedista y directo prolegómeno de la fase que nos ocupa.

Igualmente este desarrollo industrial espolearía el crecimiento de núcleos urbanos como Ponferrada donde sobre ya una pequeña burguesía liberal decimonónica se establecerían movimientos republicanos y obreros, siendo en esta ciudad donde residían la mayoría de izquierdistas de la provincia de León. Inmediatamente a la guerra, durante la primavera de 1936 se había producido una gran Huelga en las cuencas mineras bercianas así como quemas de iglesias (Ruitelán, Valtuille de Abajo), un ambiente caldeado que preveía la conflagración.

Estas variadas características sociales junto a su situación estratégica derivada de su posición geográfica como nudo de comunicaciones entre Galicia (zona conservadora con importantes contingentes militares alzados: artillería del Ferrol, Tercio de Lugo, en La Coruña el cuartel general de la 8ª División Orgánica, comandancia del área militar del Noroeste), Asturias (nodo principal marxista del país) y León (mayormente conservadora con hasta tres bases militares: Santocildes de Astorga y Cuartel del Cid de León con un total de unos 800 soldados del Regimiento de Infantería nº36 de Burgos divididos en dos batallones, uno en cada cuartel; así mismo la base aérea de la Virgen del Camino con una pionera escuadrilla de reconocimiento), conducirían todas ellas al Bierzo a ser una zona en la que se decidiría gran parte de la guerra en el noroeste, así lo vieron ambos bandos, especialmente y muy rápido los sublevados. Y como veremos, en buena medida así lo fue.

Hacia el anochecer del 17 de Julio de 1936 llegaban las primeras noticias del pronunciamiento militar en África a través de la radio, las organizaciones obreras bercianas como el Sindicato Minero Único de Fabero (cenetistas), el Sindicato Minero Castellano de León –ugetista-, el sindicato ugetista de jornaleros del campo o el Sindicato de Obreros del Cemento de Toral de los Vados se reúnen con los alcaldes republicanos de Villafranca del Bierzo, Toral de los Vados y Ponferrada, exigiendo el reparto inmediato de armas entre sus militantes, la detención de derechistas o el desarme de guardias civiles, produciéndose pronto una descoordinación con las estructuras gubernamentales republicanas al negar éstas en muchos casos la entrega de armas si bien comienzan con las detenciones (“por su propia seguridad”).

Los días 18 y 19 son de relativa calma. En Villafranca pronto se producen detenciones e incautación de armas de derechistas y reparto de unas cien escopetas entre los solicitantes, constatándose algún altercado grave. Los marxistas obligan a los guardias civiles de su cuartelillo -liderados por el teniente Alén- a mostrar solemnemente su lealtad, e irrumpen en el convento de San Nicolás con el objetivo de encontrar un posible alijo de armas inexistente y con toda seguridad fruto de los prejuicios de la propaganda, tras no hallarlo se pretende incendiar el monumento aunque finalmente abandonaron la idea. Una situación similar se produce en Toral de los Vados donde grupos de vecinos favorables a la insurrección huyen del pueblo mientras los sindicalistas requisan armas, aunque poco después se cambiarían las tornas. En Ponferrada el joven y recién llegado al cargo alcalde socialista Juan García Arias, niega rotundamente la entrega de armas y confía en la lealtad de las fuerzas del orden si bien comienza las detenciones. Grupos de mineros bercianos se adentran en la provincia de Lugo de donde son expulsados y perseguidos por artilleros del Ferrol.

El día 20 se produce un hecho clave que ilustra la falta de coordinación a la que aludíamos, los guardias civiles del Bierzo reciben la orden (seguramente ya dentro del plan previo de la conspiración) de concentrarse inmediatamente en el cuartel de Ponferrada donde se esperaba que se produjeran las acciones decisivas. Así pues abandonan Villafranca, Toral o Villablino pero sin problemas a pesar de las sospechas que esto levantaba entre los grupos marxistas, los órganos gubernamentales se encuentran indecisos y permiten su salida de los pueblos confiando en su lealtad a la República, al parecer en algunos casos como en Villafranca, los miembros de la Benemérita llegan a saludar con los puños en alto y dar vivas a favor de la República. Paralelamente grupos de mineros bercianos comienzan también su marcha hacia la capital del Bierzo.

En la ciudad el capitán Román Losada Pérez junto al teniente López Alén y el alférez Sancho Iruesa organiza las defensas y mando del cuartelillo, tras supervisar y ordenar la llegada de las cabezas de línea de la Guardia Civil de todo El Bierzo acumulando unos 162 números, prácticamente hacinados en el pequeño reducto del cuartel sito en la actual Avenida de España (durante el franquismo se le daría precisamente el nombre de Capitán Losada a esta céntrica calle ponferradina). Todavía sin mostrar del todo sus cartas levanta las sospechas de los sindicalistas y mineros que comienzan a rodear el edificio.

Un hecho inesperado pudo dar al traste con todos los planes de los sublevados y, al no hacerlo, de nuevo ilustra la falta de coordinación y decisión de las fuerzas frentepopulistas. La mañana del 19 aparecen en León dos grandes columnas de mineros asturianos (unos 8000) que al enterarse del golpe habían partido hacia Madrid, creyendo tener las espaldas cubiertas en Asturias con las declaraciones del jefe de la plaza de Oviedo, el general Aranda, en favor de la República. Ante esta perspectiva los militares leoneses que estaban a punto de proclamar el Estado de Guerra (que equivalía a sumarse al golpe) se echan atrás y tratan de poner trabas a las exigencias de los mineros en cuanto a sus pruebas de lealtad y la entrega de armas (sólo una tercera parte de los asturianos estaban armados aunque contaban con mucha dinamita). Finalmente tras cumplirse su petición de recibir una declaración escrita desde Madrid acceden a una entrega en las afueras de la ciudad –carretera de Zamora-, entrega que dadas las condiciones de los fusiles y munición así como lo exigua de la misma, el inspector republicano general Gómez Caminero se niega a firmar. Esto daba buena cuenta de las lealtades del ejército, sin embargo el cargo gubernamental huye a Portugal desde donde más tarde se reincorporaría a la zona republicana, mientras que los mineros prosiguen su marcha rumbo a Madrid. Así las cosas al anochecer del día 20 tras pequeños enfrentamientos y a pesar de una inefectiva Huelga declarada en toda la provincia, la capital leonesa quedaba definitivamente bajo control rebelde, mientras en el cercano aeródromo de la Virgen del Camino, y contrariamente a lo esperado por las autoridades civiles, el comandante Rubio -que había participado activamente en putsch pro-republicano de Cuatro Vientos en 1931- se suma al golpe, ante esta expectativa varios oficiales republicanistas logran volar en uno de los aparatos Breguet XIX rumbo a Portugal. Igualmente en Astorga, los militares se hacen con el control sin oposición.

El mismo lunes 20 las columnas mineras asturianas tienen constancia desde Benavente de la traición de Aranda en Oviedo y del triunfo del Alzamiento en Valladolid que cortaba las comunicaciones con Madrid, por lo que deciden hacer el periplo de vuelta. Ante las igualmente adversas noticias llegadas de León, optan por dirigirse hacia Ponferrada con pretensión de coger el tren minero Ponferrada-Villablino para regresar a Asturias. Durante el camino, a su paso por Astorga, son tiroteados por los vecinos de la ciudad desde las ventanas.

Ante este panorama, con la capital y mayor parte de la provincia fulminantemente perdida para la República, quedaba Ponferrada como último bastión de las luchas. Los mineros asturianos llegan a la ciudad y pretenden quemar la antigua Iglesia de San Pedro, sin embargo el alcalde hace frente a los exaltados y lo impide («A la iglesia se entra o no se entra, y el que no quiera entrar que no entre, pero esta iglesia no se quema»), la mayoría deciden embarcar rápidamente en los trenes de la MSP y los camiones confiscados rumbo a su tierra pero varios grupos de rezagados y elementos radicales organizados por el teniente de la Guardia de Asalto Alejandro García Menéndez (jefe del Estado Mayor de las dos columnas), se unen a los frentepopulistas bercianos que sitiaban el cuartel. Cerco todavía no demasiado cerrado ya que Losada logra entrar sin dificultades con refuerzos y organizar también la custodia de su casa familiar donde se encuentra su mujer con varios números al cargo del teniente Martínez Blanco. Los sitiados tratan de jugar con el despiste dando proclamas favorables a la República, pero parece que surge pronto un tiroteo no se sabe si comenzado por los mineros desde la calle o los asediados desde las ventanas, dando lugar a una violenta escaramuza en la que la superioridad numérica de los asaltantes esta cerca de imponerse, así mismo mediante el uso de dinamita pretender reducir a los guardias. Ante ello el teniente de Asalto sin embargo toma una extraña decisión y pretende parlamentar con los guardias: portando una bandera blanca penetra en el edificio para encontrarse en manos del capitán Losada quien tras intercambiar algunas palabras “Triunfó el Movimiento, queda usted detenido” lo hace prisionero, descabezando así al enemigo (Menéndez sería fusilado días después en León). La contienda se recrudece pero descoordinados ante la ausencia de su líder, los mineros van perdiendo posiciones consiguiendo los guardias mediante varias salidas entre la tarde del día 20 –incluidos combates nocturnos- y la tarde del 21 desalojar los edificios de alrededor e incluso tomar el cine Edesa, situado en la cercana Plaza de Lazúrtegui. El balance de las refriegas en Ponferrada sería de unos 17 muertos entre los asaltantes.

La guerra quedó aún más decidida cuando el día 21 hacen entrada en escena las tropas insurrectas gallegas al mando del Comandante Jesús Manso Rodríguez (que daría nombre a la actual plaza ponferradina de Fernández Miranda durante el franquismo y que caería en combate en el frente de Madrid). A las diez de la mañana entra el Tercio de Lugo en Villafranca donde tras plantar las ametralladoras en la plaza de la Constitución entran en el ayuntamiento deteniendo a los ocupantes y proveyendo a los escasos falangistas de la villa del control de la misma, tras lo que marchan hacia Cacabelos donde llegan al mediodía y sin resistencia alguna ejecutan la misma operación. A la salida de la villa del Cúa se topan con un grupo izquierdista en el que se encuentra el jefe del Sindicato Único de Fabero, Jacinto Rueda, que aunque detenido logra zafarse y huir a través de los campos.

Avanzada la tarde del día 21 de Julio una columna de vanguardia con unos 200 hombres del Regimiento de Infantería número 30 Burgos apoyada por algunos aeroplanos de reconocimiento procedentes de la base de la Virgen del Camino hace entrada en Ponferrada, liberando definitivamente el cerco al cuartel de Losada, los mineros son desalojados caóticamente desde el centro hacia los barrios. Posteriormente tras hacer fuego de mortero sobre el Ayuntamiento penetran en el edificio. Apresando luego en el Hotel Lisboa al joven alcalde que sería fusilado el día 30 de Julio en Puente Castro (León) tras estar detenido en San Marcos. Los rebeldes le acusaron en juicio sumario - junto al síndico Arturo Pita y el teniente de Asalto Menéndez- de detenciones a derechistas, impedir socorro a los guardias civiles heridos, ordenar el tiroteo al cuartel ponferradino o pretender impedir la salida del convoy minero hacia Asturias, para tomar con su ayuda el cuartel.

Hacia el día 22 se acordona el entorno inmediato de la Hoya. Así, un autobús de la Benemérita llega a un conflictivo Toral de los Vados donde tras instalar fugazmente una ametralladora en la plaza de la Estación prefieren dirigirse a Villafranca. Sin embargo tras ello los sindicalistas deciden huir, volviendo entonces los derechistas anteriormente escapados que instalan una primitiva sede de Falange en el edificio de Teléfonos y se hacen con el control del pueblo.

Con la ciudad de Ponferrada y alrededores ya asegurada así como declarado el Estado de Guerra, los sublevados elaboran la estrategia siguiente: tomar en primer lugar el valle del Sil y luego poner en contacto Villablino con León capital. Organizando varios grupos de militares, guardias civiles y de falangistas el capitán Losada y el comandante Manso junto a una columna lucense al mando del comandante López Pita logran prontamente abrir un paso en el rio Sil ya que el puente de Matarrosa había sido dinamitado por los mineros en su retirada y ocupan Matarrosa del Sil, al día siguiente se toma Páramo del Sil. Otra columna lucense más con el comandante Ollo, toma Fabero el día 5 para apoyar a Pita. El día 6 después de controlar Palacios del Sil, López Pita ataca Villablino que tras duros combates cae ese mismo día, y logran enlazar con tropas procedentes de León a través de Laciana no sin dificultades ante un cierto desgaste de las comunicaciones por las abundantes voladuras de puentes. Con apoyo de las tropas llegadas desde León ocupa Villager y Villaseca de Laciana el día 9. Logra con el comandante Arteaga internarse en territorio asturiano al reforzarse de nuevo en Ponferrada con varias compañías de fusileros, ametralladoras, una nueva centuria de Falange y dos piezas de artillería. Las posiciones quedarían establecidas en torno al puerto de Somiedo tras rechazar varios contrataques republicanos entre el 23 y el 29 de Agosto. El probable plan inicial de Mola de un pronunciamiento general, rápido e incruento fracasa y se crean frentes que conducirían a una larga y encarnizada guerra civil. En la mayoría de la provincia de León por contra si que había sido bastante exitoso, como hemos visto.

Llega pronto un riguroso invierno con tempranas e intensas nevadas en las montañas de los pasos, es el momento que aprovechan el 27 de Octubre las milicias republicanas del Ejército del Norte para tomar al asalto el puerto de Somiedo produciéndose encarnizados combates en torno a Villablino con centenares de bajas entre ambos bandos, como la columna del comandante sublevado José Barrera que cae casi por entero junto a su jefe cuando pretendía internarse en Asturias. Las posiciones solían cambiar constantemente de dueño o ser abandonadas ante el mal tiempo. Los mandos rebeldes tenderían a concentrar tropas y mandos en las operaciones; mientras los marxistas tendían a la división interna y dispersión a pesar de la consigna de dinamizar el frente norte para aliviar el de Madrid. Se forman variados grupos, a menudo con el nombre de figuras revolucionarias o de sus cabecillas como el Batallón Críspulo, comandado por el minero comunista de Matarrosa del Sil, Críspulo Gutiérrez.

Sin embargo como vemos a estas alturas la contienda ya se encontraba bastante alejada y decidida para El Bierzo, máxime tras la inminente caída al año siguiente (desde Septiembre del 37) del Frente Norte. No es óbice para considerar y resaltar que otro tipo de guerra permanecería aún mucho después del fin de la Guerra Civil en las montañas de nuestra región. No es otra que la del conocido fenómeno del maquis o partidas de guerrilleros frentepopulistas que primeramente trataban de organizar la resistencia y huida de sus cuadros durante el conflicto y posteriormente enlazar -en un proceso degenerativo que les llevaría al bandolerismo- la Guerra Civil española con la Segunda Guerra Mundial e incluso con los prolegómenos de la Guerra Fría (hasta al menos el asesinato en 1951 del cabecilla guerrillero Manuel Girón). Pero este es otro amplio capítulo de nuestra Historia reciente, diferente de estas pocas pero intensas fechas de Julio de 1936.