miércoles, noviembre 14, 2012

Isidro Rueda


UN LIBERAL MODERADO PONFERRADINO COMPROMETIDO.
Nuestro personaje pertenece a esa generación de prohombres bercianos decimonónicos que hemos tratado en tantas ocasiones, como sus amigos y convecinos Mateo Garza, Nemesio Fernández, o Pascual Fernández Baeza. Como ellos procedente de una burguesía acomodada, caracterizada por su liberalismo, moderado en el caso de Rueda, que acabara con el Antiguo Régimen y luchase en la Guerra de la Independencia llegando a la Constitución de Cádiz, la cual fuera siempre un tomo privilegiado de la amplia biblioteca de Isidro Rueda y su familia. Pudiera haberse dedicado a una tranquila vida como terrateniente pero desde el principio se vio comprometido con la política y la sociedad de su ciudad, Ponferrada, de la cual se convertiría en uno de sus personajes históricos más importantes y que en buena parte perfilase el futuro progreso de la comarca en el siglo siguiente (XX). Su estudio biográfico moderno se lo debemos a los profesores Vicente Fernández Vázquez y Miguel García González.
Nace el 15 de Mayo de 1821 a la sombra de la basílica de la Encina en la que tenía su familia una de las mejores casas de la ciudad. Estudiaría derecho en Madrid y combatiría en las Milicias contra los carlistas por lo que recibiría algunas distinciones. La temprana muerte de su padre le lleva a hacerse cargo de los negocios familiares y dejar bastante de lado la carrera de la abogacía. Sin embargo se muestra como vivo y progresista en sus acciones, al realizar varias inversiones como cuando con motivo de la desamortización logra hacerse con los terrenos de la Dehesa de Fabero, la cual pone en explotación de regadío construyendo la hacienda de la Villa Alegre, en la cual invertiría más que cualquier ganancia que lograse, pero logra su verdadera finalidad que era la de modernizar el campo berciano.
Pronto entra en política con cargos en la alcaldía y por méritos sería nombrado alcalde en varios mandatos. Si bien era liberal, lo era moderado, opuesto a los progresistas anticlericales y republicanos, ya que su faceta religiosa era clara por su ambiente familiar que contaba con varios clérigos, así como cierta oposición al sufragio universal por considerar las dificultades que tenía un pueblo inculto para ejercer este derecho, así mismo era un devoto monárquico como ilustra el que se le concediese la cruz de Isabel La Católica, entendía que la gobernación debía ejercerse de acuerdo a las costumbres, tradiciones e historia del país. Su inspiración era el teórico ilustrado italiano Cayetano Filangieri autor de “Ciencia de la Legislación” (1788) que tendría así mismo como seguidores a grandes políticos como Benjamin Franklin.
Sin embargo su progreso, bien entendido, era práctico y en su actividad política frenética conseguiría muchos logros a los cuales cualquier berciano actual todavía estaría agradecido de conocer su autoría y circunstancias. Quizás su agudo paternalismo por la ciudad, en el cual llegara a invertir de su propia mano cuando faltara el presupuesto, como primer contribuyente de la ciudad que era, probablemente radique en su carencia de descendencia a pesar de la felicidad de su matrimonio con otra acaudalada berciana.
Entre las cosas que le debemos figura la conservación patrimonial del Castillo de Ponferrada, ya que como vocal de la Junta de Patrimonio del Partido de Ponferrada lograse alejarlo de las manos del marqués de Villafranca que estaba procediendo a derruir los vetustos muros del castillo como cantera y convertirlo en pupérrima huerta con excusa de explotar las más exiguas ganancias.
Consciente de la necesidad de mejorar las pobres comunicaciones de la ciudad y la comarca que la mantenían postrada frente a otras zonas de la Nación, logra el proyecto y obra de tres carreteras, la que se dirigía a Orense, otra a Asturias y la variación del camino Real Madrid La Coruña que sorteaba hasta entonces la ciudad al pasar desde Bembibre a Cacabelos por Congosto, Rueda logra que atraviese la ciudad. Así mismo en su época se produce la entrada tardía del Ferrocarril con la línea Palencia-La Coruña. En estos proyectos llega Rueda a poner dinero de su mano con el fin de que no quedasen varados en la crónica falta de presupuestos. Su visión de futuro en esta apertura de comunicaciones lo ilustra en su emocionada alocución con motivo de la apertura de las obras de la variación de la carretera nacional: “Si se logra, los bienes serán muy grandes, si no se consigue, porque habremos justificado el deseo de que Ponferrada sea en lo sucesivo tan afortunada y feliz como desgraciada hasta hoy ha sido”.
Igualmente, aficionado a canalizar, busca para la ciudad el garantizar una traída de agua potable constante, construyendo un canal desde un manantial en Santo Tomás de las Ollas, proyecto que sin embargo con los años acabaría fracasando ante la maldad de paisanos que trataban de hacerse con el agua de la presa. Igualmente pone capitales de su bolsillo para el infructuoso proyecto.
Siempre movido en un ambiente familiar culto y gustoso de la cultura ya como miembro y director de la Sociedad del Teatro de Ponferrada o de la Real Sociedad Económica de Amigos del país del Bierzo de la que fuera su padre, con gran esfuerzo y de nuevo llegando a pagar el mismo a los profesores, consigue la instauración de un Instituto de Segunda Enseñanza para Ponferrada,  algo comúnmente sólo privilegio de las capitales de provincia y clases acaudaladas, lo sitúa en el desamortizado colegio de los Agustinos donde se sitúa actualmente el heredero Instituto Gil y Carrasco. Llega a conseguir el pago gratuito de las matrículas de los alumnos sin recursos. Por todo ello sería director del centro durante años a pesar de su oposición y no ser docente del mismo.
Fallece tras una larga vida de compromiso con su ciudad, en 1903, con 82 años de edad. Deseó una tumba austera y un recuerdo sencillo, aunque el ayuntamiento le colmase con el nombre de una calle principal de la ciudad a la que dio su nombre, la actual calle del Reloj, hasta 1980 Calle Isidro Rueda. Un auténtico prohombre que como el mismo reconoció en sus últimas palabras se movía sólo “por el afecto que profeso a esta Villa, la idea de su mejoramiento y prosperidad, y creo haberlo demostrado en la medida que me lo han permitido mis escasas fuerzas, valor y recursos”. Su figura aunque estuvo presente durante los inicios del siglo XX está en estos inicios del XXI muy olvidada, un siglo después.