jueves, agosto 16, 2007

El Monasterio de Carracedo

"...Es allí el cielo tan sereno y claro, tan benigno y templado el aire, tan fecunda la tierra y tan variada la armonía de los infinitos pájaros que cantan en sus sotos, que el buen rey Bermudo II El Gotoso, que fundó el monasterio en el año 990, no pudo buscar marco menos a propósito para un cuadro grave y religioso." Enrique Gil y Carrasco

A finales del siglo décimo el reino astur-leonés se encontraba asolado por las razzias mahometanas, solamente las montañas del Noroeste ofrecían algún refugio a los cristianos. En estos territorios poseía el futuro heredero de la dinastía real una apacible quinta en las feraces orillas del rio Cúa en el corazón del Bierzo Bajo, junto a una aldea llamada Carracedo desde antiguo, por la abundancia de carrascas.

En este frondoso retiro pasó el futuro rey su juventud y querría que fuera también su lugar de descanso al morir. No era otro que Bermudo II (956-999), el llamado rey berciano en la historiografía por el especial cariño que tenía a estas tierras.

En 990 los refugiados, entre los que contaban monjes y abades -incluso soldadesca- que han perdido sus anteriores casas piden al rey también huído que edifique un monasterio en las tierras montañosas que les sirva de refugio ante las acometidas de Almanzor. Bermudo donará aquella quinta para edificar un monasterio con el nombre de San Salvador de Carracedo, lo describe así la Crónica del Padre Yepes: «Así como en las milicias, las compañías que llaman reformadas se hacen de soldados viejos.. sargentos, alféreces y capitanes, todas personas valerosas, así esta Abadía tuvo este principio: Que se juntó de muchos abades, que eran cabezas de casas diferentes, y haciéndoles el rey buena acogida, formó (digámoslo así) una Compañía reformada y una Abadía de personas principales, desterradas por los infieles".

Sin embargo ni siquiera el remanso de Carracedo se libraría de Almanzor, que arrasó El Bierzo camino de Santiago de Compostela, destruyendo el bisoño monasterio y el castro amurallado de Bergidum, sus pobladores se esconderían apresuradamente en la orla montañosa berciana, bajando al poco a reconstruir el edificio, consagrándolo en la Regla de San Benito.

Poco después moriría su fundador en el cercano monasterio de Villabuena, dictando que se dispusiera como lugar de enterramiento el todavía humeante Carracedo, que por ello es considerado el primer real sitio de España. Sólo permanecerían un tiempo sus restos allí, cuando al ser construida la Catedral de León fue trasladado allí, seguramente en contra de lo que hubiera sido su voluntad.

Las centurias posteriores transcurren difíciles para el maltratado monasterio que quizás hubiera sido barrido por los vientos de la Historia de no contar con un nuevo valedor que lo llevaría a su apogeo: la infanta Doña Sancha, hermana del emperador Alfonso VII de León (1105-1157). Incluso en la actualidad los vecinos del lugar recuerdan a esta excepcional mujer como “reina Doña Sancha”, a pesar de que no poseyó este título pero sin embargo gobernó El Bierzo como una verdadera reina “berciana” y su corte desde el palacio de Villabuena, con cargó de gobernadora en nombre de su hermano. El cual hizo constar que la “llamasen reina y que todos la tuviesen como a tal” (Crónica Adefonsi Imperatoris).

Precísamente en esta época y durante todo el siglo XIII parece ser que se erige el llamado Palacio de la Reina –o palacio de doña Sancha- en el recinto del monasterio. A pesar de la ruina que aflige al lugar este palacio tiene gran importancia, a parte de el valor artístico como joya arquitectónica de los últimos tiempos del románico, ya en los albores del gótico, sino también por tratarse del único palacio real auténtico de la monarquía astur leonesa conservado en la actualidad. Como ilustró tan enfáticamente don Augusto Quintana Prieto: «Sólo en Carracedo nos es dado imaginar dignamente las figuras venerables de aquella lejana Corte leonesa, tan austera y esforzada, que apenas sabe del descanso ni de la vida palaciega y muelle. Sólo en estas estancias vacías y ruinosas podremos encuadrar dignamente las siluetas de nuestros heroicos reyes, de nuestras bellas princesas y reinas, de aquellos nobles que sabían más del manejo de la espada y de la lanza en los recios combates que de hacer reverencias y genuflexiones en los palacios o de sentarse cómodamente en los banquetes ..»

Rebautizado por la “reina” como Santa María de Carracedo, reconstruido y con cuantiosas donaciones de bienes pasa en un breve periodo de la postración a convertirse en el monasterio más poderoso y rico del Noroeste español. Por influencia también de la infanta que tenía amistad con fray Bernardo de Claraval pasa a encomendarse a la órden del Císter, cambiándose los hábitos negros de los monjes por los blancos.

La vida del monasterio prosigue fructífera hasta la llegada de su decadencia. Varias crisis sacuden la Cristiandad y afectan a la administración de Carracedo: como el Cisma de Occidente (1378-1417) al nombrarse dos abades, cada uno seguidor de uno de los dos papas enfrentados. Posteriormente los llamados “abades” encomendatarios arruinan las riquezas del monasterio al preocupase sólo por acumular las pingües rentas para su exclusivo beneficio.

Hacia 1505 hay un nuevo reflote al pasar los monjes a la observancia mas estricta de la Regla de San Bernardo y abolirse los encomendatarios.

A finales del XVIII la pujanza del monasterio se ilustra cuando los monjes deciden construir una nueva Iglesia para el complejo, derruyendo parte de las valiosas obras románicas –a excepción de la torre circular que sirve de base a la neoclásica-, obra en la que trabajaban cuando los vientos de la Guerra de la Independencia arrasan el complejo: la “francesada” –emulando quizás a Almanzor- entra en el lugar donde establece un campamento y queman la biblioteca y archivos, saquean todo el lugar y asesinan a monjes y vecinos del pueblo.

El monasterio nunca se recuperaría de estos sucesos y finalmente en 1835 las leyes de exclaustración y desamortización de los bienes de la Iglesia provocan el abandono y ruina definitiva del lugar. Los vecinos de los alrededores se hacen con lo que queda e incluso ocupan el abandonado claustro construyendo sus viviendas.

No sería hasta fechas muy recientes, a partir de su milenario en 1990 cuando el monasterio comienza una lenta y sumamente tardía rehabilitación museística de sus ruinas, en paralelo a otros olvidados y maltratados monumentos de esta tierra.

Bibliografía:

AUGUSTO QUINTANA PRIETO, Tierras de León, Nº 2, 1962, PP. 11-23

El monasterio de Carracedo. José Antonio Iglesias Arias.

Milenario del Monasterio de Carracedo. Bierzo 1990.