El Castillo de Sarracín
En lo alto de una agreste colina de fácil defensa se encuentran los restos del Castillo de Sarracín. Su extraño nombre ya parece darle un halo de misticismo, a lo que contribuye su antigua Historia, lo pintoresco del emplazamiento y su apariencia romántica. Hay una leyenda –verídica- en torno a él que dice que nunca fue tomado por las armas, aunque a fecha de hoy podemos afirmar que ha sido totalmente conquistado por las armas de la naturaleza, fruto de un mísero abandono, tan común en estas latitudes. Con todo aun es visible desde la lejanía su forma alargada de calcáreos parapetos custodiados por dos torreones, a la manera de un destartalado barco, varado sobre un otero boscoso con la proa puesta en dirección al puerto del Cebreiro.
Desde esta posición privilegiada domina el estrecho valle de Vega de Valcarce, antiguo acceso a Galicia. Pues su misión junto con su gemelo menor –en el cerro al otro lado del valle, el Castillo de Santa María de Autares, de este no quedan ni las ruinas ya- era custodiar este paso y en especial custodiar el flujo de peregrinos hacia Compostela, así mismo cobraba los impuestos de portazgo y aduanas por el paso, siendo el castillo una de las principales llaves de Galicia junto a los Castillos de Balboa, Corullón y La Portela que conformaban todos una línea fortificada.
Su Historia es tan grande y dilatada como su abandono. Pues según parece bajo sus muros se levantó un castro celta que continuó su vida como enclave fortificado hasta ser destruído hacia 714 por Muza, caudillo moro en su camino hacia Galicia. Sería en el siglo IX cuando fue alzado por los primeros condes del Bierzo que reconquistaron la zona. Uno de ellos sería el mítico Conde Gatón, repoblador de Astorga y destacado caudillo cristiano en los inicios de las guerras de la Reconquista: hombre de confianza para Ordoño I de Asturias –estaba casado con la hermana del rey- en la zona de Galicia. Una leyenda cuenta que los señores de Valcarce se le enfrentaron y defendieron el castillo con cinco estacas de roble, que por ello forman hoy parte del escudo de la villa de Vega de Valcarce. De su hijo, el Conde Sarracino Gatónez (852-855), heredaría el castillo su nombre (castrum Sarracenicum) y quien sabe si su propia construcción. Desde sus alturas dominó este conde sus vastos dominios en la frontera con el Islam y se rebeló incluso contra su propio rey, Alfonso III.
A partir de estos momentos llega una época oscura en la que a pesar de que la documentación no lo indica claramente es indudable que sus nuevos castellanos serían los caballeros Templarios, que ocuparon también las fortalezas de Ponferrada y Cornatel, con la sagrada misión de salvaguardar el flujo peregrinatorio. Tras este periodo Sarracín se vería incluido en las pugnas señoriales entre la levantisca nobleza gallega, sus súbditos y el poder real, sería heredad de la casa de Valcarce, los Osorio y los condes de Lemos que durante el s. XIV construirían la mayoría de los muros que hoy se puedan contemplar.
En este marco estallan las revueltas de las guerras Irmandiñas (s XV), los irmandiños destruyen incontables castillos, pero Sarracín resiste todos los asedios forjando su fama de inexpugnable y por ello, y permanecer leal a la Corona, se libra de la demolición que ordenan los Reyes Católicos, los cuales incluso pernoctan en el durante 1486. También serviría de alojamiento a Carlos V en 1520 cuando se dirigía a La Coruña para embarcar hacia centroeuropa y ser nombrado Emperador. A partir de entonces, con la supresión de los portazgos y el centralismo realengo que anula los Señoríos iría perdiendo importancia y conviertiéndose en la actual ruina progresiva.