Santiago de Peñalba
Una de las frases que mejor resumen los sentimientos del visitante que por primera vez se acerca al recóndito pueblo de Peñalba de Santiago fueron aquellas palabras de Rollán Ortiz: "un pueblo detenido en un lejanísimo día medieval, en mitad de un pródigo derroche de la naturaleza".
Y es que es sin duda uno de los lugares mas inaccesibles y hermosos del Bierzo a pesar de encontrarse cerca de Ponferrada, a tan sólo 24 kilómetros de una tortuosa y serpenteante "carretera", pero los bercianos ya saben lo que pueden significar esa distancia en una geografía tan peculiar.
Si durante el trayecto nos fijamos en el paisaje circundante, nos veremos, poco a poco, envueltos en el ambiente casi medieval que nos citaba el autor, en el cual los acelerados ritmos de la ciudad parecen detenerse y dar paso a otra clase de tempo. A lo lejos, puntualmente y ejerciendo su ancestral papel de estático guía, divisaremos el corazón espiritual y orla del Bierzo: La Aguiana, ya que cada vez nos sumergimos más en el interior de los Montes Aquilanos, los cuales se alzan a nuestro alrededor majestuosos, rasgando el cielo en un ejemplo de poder de la naturaleza. Es entonces cuando comprendemos las palabras de Gil y Carrasco: "A vista de aquellas montañas enriscadas, en aquella soledad triste y oscura donde al rasgarse las nubes del invierno tal vez se mostraran los cielos a los contemplativos monjes en todo su explendor y majestad, sobran en verdad los devaneos mundanos y las frágiles esperanzas terrenas".
Pero no sólo nos vienen a la mente los recuerdos de esos monjes anacoretas fundadores de la "Tebaida berciana" (la tebaida era la desértica región egipcia donde comenzó el fenómeno eremítico), pues como dice Gustavo López el hidrónimo Oza-Otza es una palabra de reminiscencia céltica que significa frío, y ciertamente hace honor a su nombre, ya que las aguas de este rio, mas bien arroyo en estas altitudes, permanecen rabiosamente frías y rebosantes de frescor hasta en lo mas angosto del verano. También la citada Guiana, donde confluyen lo pagano y los cristiano, enriquece el halo místico del lugar.
Divisamos la llegada a Peñalba de Santiago, al observar las Peñas Albas -blancas-, macizo calcáreo que da nombre al pueblo situado a sus pies, y que presiden dos pequeños valles: Friguera y el Valle del Silencio. Y es este último otro hidrónimo de curioso y mitológico origen, pues cuenta la tradición que el Santo fundador del monasterio de Santiago se encontraba incomodado en sus meditaciones por el discurrir bullicioso del arroyuelo y le ordenó silencio con el imperativo ¡Cállate!. El rio entonces comenzó a fluir silenciosamente bajo las piedras sin molestar mas el solitario refugio del eremita, situado en una Cueva por encima del curso del Silencio. Desconocemos cual sería el nombre anterior de este rio, aunque según la tradición permanecía hasta entonces ignoto o sin nombre.
Al entrar en Peñalba debemos citar nuevamente a Gil cuando dice: "la vista de este valle, que ahora desplegaba todas sus galas y pomposa vegetación a la dorada luz de una tarde clara y serena, nos hizo dar por bien empleadas todas nuestras fatigas. Las casas que entre los árboles se veían parecían otros tantos nidos, el rio tenía un murmullo mas bullicioso y alegre que nunca y los pájaros se despedían de la luz con armoniosos cantares". Su pintoresca situación a mas de 1000 m.s.n.m, es contemplada por los dominantes picos que la rodean, además de la dicha Guiana (1848 m), Pico Tuerto y Cabeza de la Yegua que superan los 2000 ms, y en las cercanías los altos de la Cruz y El Morredero donde se sitúa una estación de Ski. Tal vez un agudo observador pueda descubrir en el accidentado entorno, el discurrir de dos canales locales que formaban parte de la vasta red hidraúlica que abastecía los infatigables trabajos mineros de Roma en Las Médulas.
Se trata de un pueblo de montaña apiñado sobre una ladera y alrededor -como abrigándola- de su iglesia. Nos encontramos ante un conjunto de insuperable valor etnológico, el cual desgraciadamente quizás se vaya perdiendo con la afluencia turística y los cambios mal orientados que puede provocar, a pesar de los todavía dificiles accesos.
Sus casas son todo un ejemplo típico de una forma de vida extinta: construcciones de piedra sin escuadrar, cuadrangulares aunque con algunas paredes de formas circulares que evidencian supervivencias castreñas prerromanas, edificios de dos alturas, con bodega en la inferior ocupada por el ganado que se aprovechaba como calefacción de los dormitorios en la superior, balconada o solana cubierta a veces con maderos por los rigores del clima cuyos balaustres solían ser objeto de austeras ornamentaciones. El techado era de oscura pizarra, culminado con curiosas cumbreras -losas entrecruzadas por medio de muescas y que según el pionero historiador Jose María Luengo se trataría de un curioso detalle, "heredero de los cabrios de las armaduras de las chozas célticas primitivas" y elaboradas chimeneas con forma de piramide truncada.
La iglesia, gérmen de la aldea y centro del monasterio dedicado a Santiago, patrón de la reconquista, ha sido justamente renombrada como una de las joyas artísticas del patrimonio español.
Cual podría ser la sorpresa de un viajero desconocedor o poco informado al toparse a la vuelta de la esquina con un monumento tan extraño y fuera de lugar. Podría preguntarse cómo llego a este ignoto y aislado valle del norte hispano esta miniaturesca muestra de la Mezquita de Córdoba, con esos dos arcos geminados de herradura como pórtico de acceso, que se ha ganado el título de "obra más perfecta del arte mozárabe" y que parecen sacados de Medina Azahara -de la que es coetánea- o de las salas columnadas de la capital del califato cordobés. Sensación acrecentada cuando bajo una pequeña cúpula gallonada miremos al diminuto ábside -precedido por un rotundo arco califal con su típico alfiz rojo y molduras- y nos parezca casi contemplar un mihrab orientado a la Meca. ¿Quizás fuera porque la gran mezquita cordobesa y la diminuta iglesia berciana tuvieran los mismos constructores?... quién sabe. Otra de las peculiaridades de este mágico lugar.
En las postrimerías del s IX y principios del s.X, tiempos dificiles para los cristianos pero en los que comienza a consolidarse la monarquía astur-leonesa, San Genadio funda este cenobio (909-916 d.c) y restaura las ruinas visigodas dejadas por su predecesor San Fructuoso, arrasadas anteriormente por las razzias mahometanas, revitalizando así esta zona sagrada. Sin embargo y paradójicamente, para ello hace uso de la avanzada belleza artística árabe, traída a estos agrestes desfiladeros por canteros cristianos huidos desde el sur, escapando de un endurecimiento religioso de la política del Califa.
Pero no terminan aquí nuestras sorpresas pues en el exterior del Templo captaran nuestra atención los diminutos modillones decorados con ruedas helicoidales y triskeles de tradición visigótica o reminiscencia celto-romana, pero especialmente nos fijaremos en una serie de símbolos grabados sobre una piedra que remata una ventana abierta al costado sur de la sacristía. Para algunos investigadores estos grabados no pertenecerían a ningún alfabeto desconocido -como alguien ilusionado pudiera pensar- sino que serían marcas de cantero, pero hay quien ve y con razón, increibles similitudes con los petroglifos de época neolítica que tanto abundan en la costa atlántica gallega. Sobre estos signos hay una hendidura que según los lugareños estaría ocupada por una hurtada barra de oro que contenía otras letras indescifrables. No sería este el único hurto o ausencia que pudieramos echar en falta en nuestra visita.
La Cruz votiva de azófar de Peñalba, fue donada por Ramiro II de León (931-951) al monasterio y en honor de Santiago. Su estilo deriva de la Cruz de la Victoria y de la de los Angeles (asturianas) que a su vez son moda artística proveniente del Sacro Imperio Romano-Germánico. Esta valiosa pieza que se fue convirtiendo en emblema del Bierzo, sin embargo se encuentra en el Museo de León y ni siquiera ha sido cedida para la próxima exposición ponferradina de las Edades del Hombre. En situación parecida se encuentra la pátena y el cáliz de San Genadio (sXII), olvidadas en algún baúl del museo parisino de Louvre. Otras reliquias y piezas también fueron usurpadas de la iglesia. Incluso recientemente, la bochornosa e inexplicada -que no inexplicable- desaparición de parte de la lápida visigótico-románica de la ermita del cercano pueblo de Montes de Valdueza puede que sorprenda -esta vez de otra manera- al visitante.
A pesar de ello recientes restauraciones han sacado a la luz nuevas sorpresas, como las ricas pinturas medievales y "grafittis" (a modo de prácticas de escritura en tiempos en los que el papel era caro y escaso) realizados por los monjes, entre los que aparece la figura de un elefante -animal deconocido en estas altitudes , y tanto mas en las edades oscuras del medievo-, muestra de amplio círculo cultural en el que se enmarcaba y participaba el cenobio. Pues su fundador,al parecer creó también la primera biblioteca circundante de España, en la que los ricos fondos de las bibilotecas monásticas eran compartidos por turnos.
Quién sabe cuántas sorpresas pueden depararnos todavía, Peñalba de Santiago y su entorno, excepcional lugar donde la Historia ha dejado una profunda huella en tan diversos y entrelazados testimonios.
Apuntes bibliográficos:
Jaime-Fedérico Rollán Ortiz "Iglesias mozárabes leonesas". Ed. Everest, 1976David Gustavo López "Valle del Silencio". Breviarios de la calle del Pez, 1989
David Gustavo López "Peñalba de Santiago". Ed Edilesa. Madrid.
Augusto Quintana Prieto " Peñalba". Ed. Nebrija, 1978
Luis Pastrana. "Peñalba, Montes y Compludo".
Enrique Gil y Carrasco "Bosquejo de un viaje a una provincia del interior". Breviarios de la calle del Pez, 1985